29.10.04

HISTORIA DEL CÓMIC DE SUPERHÉROES (IV): LOS AÑOS OCHENTA



Los años ochenta se caracterizaron por el predominio de Marvel Comics en la primera mitad de la década y por el resurgimiento de DC a partir de 1986. Tres innovaciones marcaron el género en aquella década. La primera fue la aparición de editoriales menores, las llamadas "independientes", que concedían los derechos de sus cómics a los autores. La segunda consistió en un subgénero llamado "grim and gritty" que vino a continuar la línea realista de algunas historias de los setenta y reafirmó, esta vez ya para siempre, que los cómics no son sólo para niños; aun así, los seguidores de los superhéroes clásicos contaron con Secret Wars y Crisis on Infinite Earths como momentos álgidos de la década. Por último, en los ochenta comenzó una moda que tendría consecuencias devastadoras en los noventa: los polémicos cross-overs.

Los cómics grim and gritty

En los setenta hubo nuevos personajes, como Lobezno o el Castigador, que introdujeron un componente violento a un género tan cándido como el superheroico y series como Green Lantern / Green Arrow trataban con naturalidad problemas sociales como la drogodependencia. En los ochenta, esto se llevó a las últimas consecuencias con un subgénero llamado "grim and gritty" ("deprimente y descarnado", o algo así), nombre con el que algunos se refieren al período comprendido entre 1979 y 1986.

El primer cómic de esta tendencia fue la etapa de Frank Miller en la serie Daredevil. Comenzó en el número 158 (1979), aunque no se hizo cargo del guión hasta casi un año después. A parte de ser una obra maestra de la época por su incuestionable calidad, el Daredevil de Miller inauguró una forma de hacer cómics donde el realismo, la violencia y la tragedia servían para mantener a lectores adultos que no se sentían atraídos por otras historias más clásicas.

En menor medida, Miller continuó esta tendencia en la miniserie Wolverine (1982), escrita por Chris Claremont. En ella, el mutante más famoso de La Patrulla-X dejaba de combatir a Magneto, el Nido y demás enemigos increíbles para enfrentarse a una mafia japonesa.

A pesar de lo anterior, hubo que esperar hasta 1986 para que llegaran las dos obras maestras del registro. La primera, del propio Miller, fue The Dark Knight Returns, la que para muchos es la historia definitiva de Batman. En ella se nos presentaba el panorama desolador que era un Universo DC prácticamente devastado por los problemas sociales. La segunda fue la inolvidable Watchmen, escrita por Alan Moore y Dave Gibbons. DC dejó en manos de Moore una serie de personajes comprados a la extinta Charlton Comics para que jugara con ellos a su antojo. La obra estaba llena de referencias intertextuales, de dobles sentidos y de una violencia justificada por las circunstancias apocalípticas en que vivían los personajes. El trabajo de Moore fue inmejorable, y él era consciente de ello, tanto que se aseguró que nadie volviera a tocar jamás aquellos a Ozymandias, Rorschach y compañía.

El género entró en declive tras estas dos grandes historias, en parte porque era muy difícil mejorarlas o aportar nuevas ideas. El único soplo de aire fresco era Teenage Mutant Ninja Turtles, la extraña serie de Kevin Eastman y Peter Laird que parodiaba los cómics "grim and gritty" y que acabó prostituyéndose con la adaptación animada que fue tan popular a finales de los ochenta. Sin embargo, a principios de los noventa se intentó un cierto revival en Marvel con las series del Castigador y otras obras menores como Nomad o Nighttrasher.

La Marvel de Jim Shooter

Tras hacer algunos pinitos como guionista, Jim Shooter se convirtió en 1978 en editor en jefe de Marvel Comics. Permaneció en el cargo hasta 1987 y, si bien su gestión fue ciertamente polémica, durante esos años Marvel dio lugar a cómics de gran calidad y mucho potencial comercial.

En X-Men, Chris Claremont y John Byrne abrieron la década con La Saga de Fénix Oscura, la culminación de varios años de historias secundarias que marcaría el futuro de los mutantes en el Universo Marvel. El tándem se separó por diferencias creativas, pero Claremont permanecería en la serie durante toda la década y contó siempre con dibujantes excelentes, como John Romita Jr. o Paul Smith. El éxito de X-Men dio lugar a sus primeros spin-offs, o derivados. El primero fue The New Mutants (1983), protagonizada por jóvenes héroes que aspiraban a convertirse en Hombres-X. La segunda fue X-Factor, un invento innecesario que reunió a la Patrulla original y que destruyó aquella gran saga de Fénix con la resurrección de Jean Grey. Difícilmente se hubiera sostenido X-Factor de no hacerse cargo Walter Simonson y su esposa Louise de la serie.

Fue precisamente Walter Simonson el encargado de devolver a la grandeza la serie The Mighty Thor. El Dios del Trueno era un personaje agotado sobre el que parecía no quedar mucho por decir. Con la serie a punto de cancelarse, Simonson tuvo libertad total para ponerla patas arriba y crear la mejor etapa de la misma, que se extendió desde el número 337 al 382, aunque el autor dejó de dibujarla en el 367.

En esa misma línea de "renovarse o morir", Shooter puso a John Byrne al frente de Fantastic Four, la serie más antigua de la casa. Durante cinco años (números 232 a 293), el canadiense demostró que había Cuatro Fantásticos tras Lee y Kirby, y se centró sobre todo en definir la hasta entonces insulsa personalidad de la Chica Invisible.

Otra de las series de la casa que vivió una buena época fue Avengers. Aunque no estaba tan agotada como las dos anteriores, la colección de Los Vengadores respiró aire fresco con la llegada del escritor Roger Stern. A pesar de los dibujantes que le tocaron en suerte (como Al Milgrom), Stern construyó una de las etapas más sólidas de la serie. A partir del número 255, John Buscema se incorporó como dibujante fijo del título, y ambos crearon la saga "Ataque a la Mansión de Los Vengadores", una de las mejores historias del grupo que se han publicado nunca.

Jim Shooter, a pesar de la calidad de lo anterior, fue un editor conflictivo al que muchos autores, entre ellos John Byrne, consideraron un déspota con el ego muy subido. Muestra de este ego fue la maxiserie Marvel Super-Heroes: Secret Wars, un despropósito de doce números en el que los héroes y villanos más importantes de Marvel quedaban aislados en un mundo desconocido por el Todopoderoso, un ser cuyo nombre lo explica todo. La serie se realizó con cierta apresuración por él mismo y Mike Zeck para que saliera antes que el proyecto de DC Crisis on Infinite Earths y fuera, así, el primer macro cross-over. Por supuesto, Secret Wars debía tener conscuencias que se impusieron a los autores de las series implicadas.

Por su carácter friki y el merchandising derivado, Secret Wars fue un éxito, pero el ego de Shooter pudo más que el sentido común y se empeñó en realizar una desastrosa secuela que implicó a todas las colecciones de la casa. Esto, junto al fracaso estrepitoso de la línea Nuevo Universo Marvel, que él se empeñó en crear, propiciaron su salida de la editorial.

Otro fracaso de Shooter fue la ruptura con DC. La rivalidad entre ambas editoriales se convirtió en enemistad, y cualquier autor que se pasara de una a otra era un traidor. Los especiales protagonizados por personajes de ambas compañías, entre los que destaca The Uncanny X-Men vs. the New Teen Titans, por Chris Claremont y Walter Simonson, terminaron abruptamente cuando uno de los cross-overs más esperados, el que debería reunir a Los Vengadores con la Liga de la Justicia, se fue al traste cuando George Pérez ya tenía dibujado un buen número de páginas.

DC y su Crisis

Decíamos antes que series de Marvel como Fantastic Four o The Mighty Thor estaban muy desgastadas a principios de los ochenta debido a la larga trayectoria de los personajes y la falta de ideas nuevas. Pero en DC Comics estaban incluso peor.

La idea de las tierras paralelas, gestada en los sesenta, dio como resultado un número incontrolable de universos alternativos y de versiones de personajes que trastocaban la continuidad según los despistes del autor de turno. A ello había que añadir que muchos personajes, entre ellos pilares como Superman, Flash o Wonder Woman, se encontraban en una situación comercial preocupante. Para resolver la situación, DC contó con Marv Wolfman y George Pérez, los autores que se ocupaban de la única serie de éxito destacable de DC en la primera mitad de la década.

En The New Teen Titans, Wolfman y Pérez crearon un grupo de héroes DC y los hicieron muy Marvel. Les dieron una personalidad clara y, por primera vez en muchos años, evolucionaron. Los sidekicks, entre ellos Robin y Kid Flash, por fin se hicieron mayores y comenzaron a andar solos por la vida. La colección fue la única que rivalizó en calidad y popularidad con los X-Men de Claremont, y eso que Pérez, parte imprescindible del éxito de los Titanes, llegó a la serie de rebote y con la condición de encargarse también de Justice League of America, serie que acabó dejando por los jóvenes héroes.

Volviendo a Crisis, la maxiserie sirvió como nuevo punto de partida para el Universo DC. Todas las tierras se unificaron en una sola, y muchos personajes se relanzaron desde cero. Es obvio, pues, que Crisis fue un hito en lo editorial, pero no fue menos importante en lo artístico. La maxiserie es una historia consistente en sí misma a pesar de sus muchas ramificaciones, lo que contrasta con los cross-overs que le seguirían.

Crisis comienza cuando una ola de antimateria debora el universo conocido como Tierra-3. Todas las tierras paralelas están amenazadas, y sólo el Monitor y un misterioso alienígena llamado Pariah parecen tener la respuesta. Los héroes de las tierras principales, Tierra-2 y Tierra-1, serán convocados para hacer frente a un enemigo que desconocen y que no tardará en aniquilar el multiverso. Sin embargo, no todos sobrevivirán. Personajes clave de DC como Flash, Supergirl y Wonder Woman fallecen en el transcurso de la serie, al final de la cual sólo queda un único universo que comienza desde cero.

La explosión mutante

Ya hemos dicho que X-Men dio lugar a dos series derivadas, The New Mutants y X-Factor. Sin embargo, la dirección de Marvel no se conformó con tener estas series en el quiosco, sino que se empeñó en que se cruzaran entre sí al menos una vez al año. El éxito del primer cross-over, "La Masacre Mutante", dio lugar a "La Caída de los Mutantes" y a "Inferno". Las tres historias tuvieron bastante calidad gracias a los guiones de Claremont y Louise Simonson y a dibujantes como Walter Simonson, Marc Silvestri o John Romita Jr.

Sin embargo, estos cross-overs sentaron el precedente de lo que serían las series de mutantes de los noventa, época en la que resultaba casi imposible seguir una serie sin leer las otras. Teniendo en cuenta que su número aumentaría a ocho o nueve colecciones, el problema para los lectores era evidente.

En 1988, la editorial lanzó dos nuevas series de mutantes. La primera era Excalibur, ubicada en Reino Unido y realizada por Chris Claremont y Alan Davis, dibujante inglés iniciado en la prehistórica Marvel UK que se convertiría con el tiempo en un referente para la industria. La segunda fue la colección propia de Lobezno, avalada por la desmesurada popularidad del personaje.

El DC post Crisis

Los años siguientes a Crisis on Infinite Earths fueron una explosión de calidad y creatividad que la editorial no experimentaba desde los sesenta. Aunque a posteriori se ha demostrado que no se aprovechó como hubiera sido deseable la oportunidad que brindó Crisis, a finales de los ochenta había pocas series malas en DC Comics.

Batman comenzó el relanzamiento con el ya mencionado Dark Knight Returns, que marcó la pauta siniestra de lo que serían las historias del personaje en el futuro. El propio Frank Miller escribió la saga "Batman Year One" con dibujos de David Mazzuchelli, en la que recreó con acierto el origen del Hombre Murciélago y de su parafernalia. Otras historias reafirmaron la leyenda de Batman, como el Año Dos de Mike W. Barr, Alan Davis y Todd McFarlane y la novela gráfica The Killing Joke, de Alan Moore y Brian Bolland. La culminación del éxito de Batman llegaría en 1989 con el filme homónimo dirigido por Tim Burton.

Un año antes de la película, se realizó un experimento que demostró el potencial del marketing en el mundo de los cómics. Muchos lectores se quejaban de Jason Todd, el Robin que sustituyó al original, Dick Grayson. La editorial orquestó una saga titulada "Una muerte en la familia", realizada por Jim Starlin y Jim Aparo en Batman, en cuyo penúltimo episodio Robin estaba entre la vida y la muerte tras recibir una cruenta paliza del Joker. DC abrió dos líneas telefónicas de pago donde los lectores podían llamar para decidir si Robin moriría o no en el siguiente número. Al final, en un recuento discutible, Jason Todd moría a causa de sus heridas.

Para relanzar a Superman, DC recogió a John Byrne, que salió escopetado de Marvel tras varias discusiones con Jim Shooter. Le encargaron la miniserie The Man of Steel, donde se contaba el origen del Hombre de Acero. Tras ella, Byrne se haría cargo de Action Comics y de la nueva serie Superman durante un par de años.

Wonder Woman contó con el dibujante fetiche de DC en los ochenta, George Pérez, que también escribió las nuevas aventuras de la heroína. Con un transfondo mitológico importante y una idea muy clara sobre cómo debía comportarse el personaje, Pérez hizo la versión definitiva de un personaje muy desgastado.

Además de a sus héroes más importantes, DC se ocupó de establecer un lugar para el nuevo Flash y una nueva versión de la Liga de la Justicia muy diferente a la clásica. Escrita por Keith Giffen y J.M. De Matteis y dibujada por Kevin Maguire, Justice League fue una auténtica sorpresa por su mezcla de superhéroes con comedia de situación. Otras series destacaron en la época, como Suicide Squad de John Ostrander, Aquaman de Peter David o Green Arrow de Mike Grell.

Las independientes

En 1981, una pequeña editorial llamada Pacific Comics publicó el primer número de una serie llamada Captain Victory and the Galactic Rangers, escrita y dibujada por Jack Kirby. Fue aquella la primera serie cuyos derechos de autor eran propiedad del creador y no de la editorial. Aunque no tuvo mayor repercusión en los ochenta, veremos en un próximo escrito que en los noventa esta moda amenazó con destruir a Marvel y a DC, que se negaban a ceder sus derechos a los artistas.

En 1986 apareció Dark Horse Comics Presents nº1, la primera publicación de la editorial Dark Horse, hoy en día conocida por Hellboy, Sin City y otros éxitos. Esta editorial se convertiría en los noventa en una buena alternativa a las grandes, más desde el punto de vista artístico que comercial. En aquel primer número, se presentaba a Black Cross, creación de Chris Wagner. Al año siguiente, Paul Chadwick presentaría a su propio personaje, Concrete.

Concluyendo...

La década de los ochenta dio lugar a historias de gran calidad que son clásicos hoy en día, pero sentaron el peligroso referente de los cross-overs que sería uno de los grandes defectos de los cómics de la siguiente década. Demostraron también que todo vale y que el merchandising podía llegar a ser más importante que las buenas historias para vender cuanto más, mejor. Pero de esto hablaremos otro día...

(ILUSTRACIÓN: Portada de The Dark Knight Returns nº 1, por Frank Miller con tinta de Klaus Janson.)

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