20.4.06

EL BATMAN DE STEVE ENGLEHART Y MARSHALL ROGERS

El éxito menos esperado



Portada de Shadow of the Batman nº 5, por Marshall Rogers.


El que algunos llaman "Batman definitivo" fue el fruto de una etapa bastante breve. Apenas abarcó ocho números de Detective Comics, concretamente del 469 al 476 (mayo de 1977 a marzo de 1978), pero se convirtió en un clásico instantáneo. Steve Englehart llegó desde Marvel Comics de la mano de Jeanette Kahn en una época en que la migración se solía producir en sentido contrario. La Casa de las Ideas estaba atrayendo a muchos de los grandes talentos de DC, como Gil Kane o Neal Adams. Englehart llegó a la editorial con el objetivo de escribir un "canto del cisne" temporal que fuera una historia lo más grande posible de uno de sus personajes favoritos. Sus dos primeros guiones se escribieron a lo Marvel (argumento, dibujo y diálogos), y estuvieron dibujados por Walter Simonson con tinta de Al Milgrom. Sin embargo, el dúo sólo realizaría esos dos primeros episodios. Los demás seis números no tenían un dibujante asignado, así que Englehart escribió los guiones al estilo DC, lo cual le permitía un mayor control sobre una historia que no sabía quién iba a dibujar. Para cuando su etapa empezó a publicarse, el guionista ya estaba de retiro en Europa y la mar de feliz con su mujer y una caravana.

El lector que, acostumbrado a la narrativa del cómic de superhéroes actual, descubra por primera vez esta obra se quedará asombrado ante los muchos elementos que Englehart utilizó durante ocho números. Aunque los iremos desgranando sobre la marcha, a priori diríamos que sus dos grandes aciertos fueron el Joker y Silver St. Cloud, el amor definitivo de Batman. Englehart sometió a Batman a una gran presión que fue aumentando de forma paulatina hasta llegar al desenlace en que todo se rompía. Los enemigos, algunos conocidos, otros no tanto y otros nuevos, hicieron temblar al Señor de la Noche, lo hirieron gravemente, lo pusieron en jaque y, sin pretenderlo, arruinaron una vida privada que por fin estaba encontrando una estabilidad amorosa. Pero vayamos por partes.

El Doctor Fósforo



Portada de Detective Comics nº 469, por Jim Aparo.



El primer adversario fue una creación de Englehart. Se trataba del Doctor Fósforo, que había envenenado el suministro de agua de Gotham City y había causado cincuenta enfermos. Uno de ellos era Alfred Pennyworth, con lo cual Batman se implicó personalmente en el caso. Tras un primer combate del que el héroe no salió precisamente airoso, Englehart y Walter Simonson nos ofrecieron el origen del villano. Se trataba de un industrial llamado Alex Sartorius, que recibió del alcalde Rupert Thorne una concesión para abrir una central nuclear en Gotham. Cuando empezó a construirla, la presión social obligó al alcalde a desplazar la planta a una plataforma a tres millas de la costa, lo cual arruinó a Sartorius. Por si fuera poco, un accidente en la central lo convirtió en un ser ígneo compuesto de fósforo. Su plan consistía en envenenar a toda la ciudad a no ser que Thorne le quitase de su camino a Batman declarando su actividad ilegal. El segundo episodio comenzaba con la policía persiguiendo al Señor de la Noche. Fue en aquella entrega donde héroe y villano se enfrentaron de nuevo en la plataforma, y también donde Bruce Wayne conoció a Silver St. Cloud. Fósforo se convirtió así en el catalizador de toda la etapa de Englehart porque Thorne y sus concejales aprovecharon la amenaza del villano para vetar a Batman y quitarse de encima a un justiciero incómodo para sus métodos. Muy a pesar de Jim Gordon, el héroe estaba en busca y captura.

Hugo Strange, Silver St. Cloud, Rupert Thorne, el Pingüino y Deadshot




Portada de Detective Comics nº 473, por Marshall Rogers.



El número 471 presentó al nuevo equipo artístico de la serie. Julius Schwartz asignó a Marshall Rogers (el colorista de los dos números anteriores) y el entintador Terry Austin el dibujo del resto de números de Englehart. Ya se habían encargado de un complemento que, si bien horrorizó al personal de DC, tuvo gran acogida entre los lectores. Rogers resultó ser el dibujante ideal para Englehart, que buscaba un regreso a la parte más detectivesca de Batman para hacer olvidar a los lectores el lastre que suponía la serie de televisión de los sesenta. Rogers utilizó la capa de Batman como motor gráfico de su visión del personaje, y utilizó una estética realista y bastante oscura que cumplió a la perfección con el enfoque del guionista. Esto no deja de ser curioso, porque Englehart y Rogers no se conocían. De hecho, el guionista había escrito las seis historias restantes sin saber quién iba a dibujarlas. Sin embargo, al ver el resultado final, nadie lo diría. El primer sorprendido fue Englehart, que no consideraba que DC tuviera dibujantes con gancho. Mientras estaba en Mallorca, recibió un paquete con los cómics y con cartas de los lectores. Desde la distancia, su despedida del cómic se había convertido en otra obra maestra.

Las heridas causadas por el Doctor Fósforo eran más graves de lo que Batman pensaba. Bruce Wayne se marchaba a una clínica clandestina para ricos en la que no hacían preguntas, según le había dicho su amigo Jerry Robinson. Sí, ese "amigo" se llamaba como el mítico entintador de Bob Kane, y es que Englehart fue quien comenzó la tradición de hacer homenajes a los autores clásicos del personaje por medio de guiños y nombres de calles. De hecho, el callejón por donde Batman metía el Batmóvil en la Batcueva del centro se llamaba Finger Alley. Y es que en aquella época, Bruce Wayne y Alfred vivían en el Edificio Wayne porque la Mansión estaba demasiado lejos de la acción. La cueva también se había trasladado porque, casualmente, bajo el edificio había unas obras de metro abandonadas. El caso es que Bruce se metió en la clínica para curarse y se acabó topando con un enemigo del que nadie se acordaba. Su nombre era Hugo Strange y llevaba en el limbo desde Batman nº 1 (1940), donde había creado a sus hombres monstruo. Sí, son los mismos hechos que Matt Wagner está revisando en la miniserie Batman and the Monster Men. Englehart se atrevió a que Strange hiciera lo que todo villano habría soñado: descubrir la identidad secreta de Batman. Y fue más allá, porque Strange llegó a suplantar a Bruce Wayne para desviar los fondos de sus empresas.




Portada de Detective Comics nº 474, por Marshall Rogers.



No obstante, Silver St. Cloud resultó ser una chica demasiado lista. En Detective Comics nº 472, Bruce y ella ya estaban liados y la relación iba más allá de los ligues habituales. Silver no era la típica damisela en apuros, sino una mujer segura de sí misma, de su sexualidad y muy decidida. Cuando detectó anomalías en el comportamiento de su novio, se fue a la clínica a pedir explicaciones y no se quedó contenta. Así pues, llamó a Dick Grayson, que estaba en la universidad, y le contó que algo raro pasaba con Bruce. Robin llegó a la clínica y salvó a Bruce y a Alfred, pero ninguno de ellos podría pedir cuentas a Hugo Strange. El villano organizó una subasta en que el mejor postor obtendría la identidad secreta de Batman. Participaron, aunque entre sombras, el Joker y el Pingüino, y también Rupert Thorne. Sin embargo, el alcalde corrupto no pensaba pagar ni un duro, así que raptó a Strange e hizo que sus matones le dieran una paliza para sacarle la información. En un giro inesperado, Strange se negó a desverlar nada debido a un ego desbocado. Sólo él era digno de conocer un secreto así, y Thorne no. Al final, tuvo que llevarse el secreto a la tumba. O no.

El afán de Englehart por mostrarnos a un Batman "detective" llegó a su máxima expresión en Detective Comics nº 473. En una de aquellas historias en las que el intelecto prima por encima de la acción, Robin y Batman tuvieron que enfrentarse a las maquinaciones del Pingüino. Una galería de arte exhibía el "Pingüino Malayo" y los detectives pensaban que el villano querría robarlo. Sus planes eran muy distintos, y los descubrieron gracias a pistas y metáforas relacionadas con aves. Mientras el popular Pingüino acababa otra vez con sus huesos en la cárcel, la relación entre Bruce y Silver se volvía más sólida y Rupert Thorne recibió a un visitante de lo más desagradable. El espíritu de Hugo Strange, cuyo cuerpo acabó en el fondo del río metido en un barril, lo acechaba. La segunda aparición llegaría en el número siguiente con una novedad: su tercer encuentro sería definitivo.

Mientras Thorne vivía su particular calvario, en Detective Comics nº 474, Robin se marchaba de nuevo de Gotham para reunirse con los Jóvenes Titanes. Antes, Englehart y Rogers nos ofrecieron una escena en la que ambos demostraban ser amigos por encima de todos compartiendo juegos y risas. Esto resultaría harto difícil en las encarnaciones actuales. El siguiente acierto de los autores en este número fue recuperar, actualizar y hacer medio interesante a un Deadshot. Este villano, creado en Batman nº 59 (1950) por David Vern y Bob Kane, escapaba por primera vez de la prisión desde aquella historia y, con nuevas armas y nuevo uniforme, se lanzaba a por Batman. El enfrentamiento se produjo en una máquina de escribir gigante en una escena memorable que sirvió como homenaje a los creadores del Señor de la Noche. Silver presenció el combate y demostró que no era una novia de superhéroe "normal", porque se dio cuenta de que Batman y Bruce Wayne eran la misma persona.

Batman "definitivo", Joker "definitivo"




Portada de Detective Comics nº 475, por Marshall Rogers.



Detective Comics nº 475 y 476 supusieron el regreso del popular Joker en la que muchos consideran su versión definitiva. Gráficamente, lo es, y argumentalmente estaría al nivel de interpretaciones más complejas como las de Frank Miller o Alan Moore. Sin embargo, Englehart consigue en una sola página poner cara a cara a Rupert Thorne y el Joker y que éste demuestre por qué no quería que se hiciera pública la identidad secreta de Batman. La frase "The Joker must have the Batman! Nay! The Joker deserves the Batman!" (¡El Joker debe tener a Batman! ¡No! ¡Es más, el Joker se merece a Batman!") define la relación entre ambos con total claridad. El plan del famoso payoso era tan descabellado como inolvidable. Contaminó las aguas de la costa este de Estados Unidos con su gas de la risa para que los peces murieran con el rictus habitual del Joker. Después, solicitó a la oficina de patentes de Gotham que le concediera derechos de autor para cobrar por cada pez pescado y consumido que hubiera muerto por el gas. Genial. Tanto como el monólogo en que fantasea con sus siguientes pasos: el pescado de todo el mundo, las reses... Todo muerto con la cara del Joker. Obviamente, le niegan los derechos de autor, y él amenaza con ir matando gente contrarreloj y en las mismas narices de la policía.

Al principio del número 475, se produjo otra de las escenas clásicas de esta saga. Convencido de que Silver conoce su secreto, Batman irrumpe en su piso y entabla una tensa conversación en que ninguno de los dos es capaz de sincerarse. Cuando se marcha el héroe, Silver se derrumba y decide marcharse de Gotham para aclarar sus sentimientos. De camino, pincha una rueda y la recoge nada más y nada menos que Rupert Thorne, que huye del fantasma de Strange. Tras una discusión, la deja tirada justo a tiempo. De inmediato, el espíritu se le aparece. No sabremos que ha pasado hasta el final del número 476. Aterrorizado, Thorne confiesa sus muchos delitos y actos corruptos y abandona la alcaldía. Batman se entera de que vuelve a ser legal tras una persecución por los tejados de Gotham con el Joker como protagonista. El villano acaba cayendo al mar en uno de sus habituales finales; parece que ha muerto pero todos sabemos, incluyendo a Batman, que no ha sido así. El supuesto fin del Joker coincide con la ruptura entre Bruce y Silver. La chica está segura de que no podrá asimilar la tensión de que su novio se juegue la vida todas las noches, y lo deja en otra de las escenas que ha trascendido en el tiempo.

Al final de su corta pero densa estancia, Englehart deja a Batman tal como estaba. Sin novia, amparado por la ley... Sin embargo, muchas cosas le habían pasado en tan poco tiempo. Silver no volvería hasta mucho tiempo después, pero ya se había convertido en un mito para los lectores de Batman. Hugo Strange y Deadshot se convirtieron en personajes habituales del Universo DC. Al Joker nadie lo volvió a retratar tan bien hasta que llegó Frank Miller. No es de extrañar que el Batman de Englehart y Rogers fuera el elegido para el primer borrador de una posible película del personaje. Marshall Rogers se quedó en la serie dos números más, del 478 al 479 (el 477 constó de reediciones). Con guión de Len Wein y tintas de Dick Giordano, ayudó a crear una nueva encarnación de Clayface. Estos últimos números de Rogers se han considerado tradicionalmente parte de la etapa de Englehart, pero su tono es muy distinto ya. En todo caso, se han incluido en las reediciones (la miniserie Shadow of the Batman de 1985 y el tomo Batman: Strange Apparitions).


Batman: Dark Detective




Portada de Batman: Dark Detective nº 1, por Marshall Rogers.



¿Es buena idea que autores legendarios regresen a personajes a los que hicieron icónicos y a los que medio mundo recuerda gracias a su trabajo? No, y Batman: Dark Detective es el ejemplo perfecto. A principios de 2005, se anunció que Steve Englehart, Marshall Rogers, Terry Austin e incluso el rotulador original, John Workman, iban a encargarse de una miniserie que supondría la continuación de Detective Comics nº 469 a 476. El guionista afirmó en diversas entrevistas que Batman: Dark Detective sería una secuela pero enmarcada en la continuidad actual del personaje. Esto resultaba algo paradójico teniendo en cuenta que Batman ha cambiado mucho desde 1977, pero él seguía empeñado en que la versión "humana" del personaje podría funcionar en el presente. ¿Cómo lograrlo? Recuperando a Silver St. Cloud. El argumento empezaría con el Joker presentándose a gobernador y amenazando a los electores con matarlo si no lo votaban. La portada del primer número no podía ser más explícita y a más de uno, servidor incluido, le caía la baba pensando en lo bueno que podría llegar a ser este regreso de Englehart y Rogers.

El primer número no defraudó en absoluto. Un nuevo plan loco del Joker, un tenso reencuentro entre Batman y Silver en el que saltan chispas y una persecución por el hueco de un ascensor. El dibujo de Rogers no había envejecido mal. Tenía sus defectos, claro; se había vuelto más estático y algo rácano con los fondos. Pero todo era perdonable. Al fin y al cabo, Englehart y Rogers no podían hacer una mala historia sobre Batman. Y aún quedaban por llegar dos enemigos más, el Espantapájaros y Dos Caras. Y Bruce y Silver se acababan liando en el número dos. Parecía un regreso por la puerta grande.

Error. No desvelaré ahora el argumento del resto de la miniserie, pero digamos que los números 3 a 5 hicieron agua por todas partes. La presencia de Dos Caras y un acompañante no tenía ni pies ni cabeza, y el Espantapájaros, cuánto lamento decirlo, parece que sólo estuvo porque salía en Batman Begins. La relación entre Bruce y Silver fue lo único destacable de los tres números porque Englehart aún sabe cómo plantearla. El último número, con los dos amantes en la casa asesina del Joker arregló parte del desastre y consiguió que el sabor global fuera agridulce y no directamente amargo. Y es que segundas partes nunca fueron buenas.

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